Macri, Lavagna y la psicosis

Leemos a Luis Novaresio

Roberto Lavagna se transformó en un inesperado misil lanzado hacia el gobierno en su línea crítica de flotación. El respetado ex ministro de Economía de la Nación recurrió a su habitual tono mesurado para calificar con crudeza la situación económica del país. "Ya hemos tenido este tipo de modelo, con los militares y en los años '90, y no consigue dar resultados efectivos. Esperemos que haya tiempo de modificaciones y correcciones, pero hoy lentamente nos hemos ido deslizando hacia una política que ya conocemos", le dijo a este cronista en una entrevista radial.

La administración Macri no cabía en su enojo. Un ministro del Poder Ejecutivo propuso recordar trapos viejos sucios del ex funcionario. Hasta se malició rememorar el paso de Lavagna en la embajada de la Unión Europea y un supuesto ingreso de dinero privilegiado por esa función hasta que el jefe de gabinete calmó a los propios.

Marcos Peña encabezó con Alfonso Prat Gay la más templada respuesta y unificaron discurso: "Fueron expresiones poco reflexionadas", dijo el actual titular de hacienda. "Me sorprende su visión. Es propio de alguien que encabeza un lobby devaluacionista. No lo imaginaba haciendo la misma comparación que Bonafini diciendo que el gobierno de Macri es la dictadura", agregó.

La utilización de adjetivos en la política (¿en la vida pública?) argentina parece haber anulado la posibilidad de discutir las cosas. Los adjetivos han asesinado a los sustantivos. Probablemente la comparación de Lavagna sea irritante. Los militares eran Martínez de Hoz. Los 90 eran Domingo Cavallo. Nadie, de buena fe, puede comparar a Prat Gay con esos personajes. Uno gobernaba con la sangre y los fusiles del Estado. El otro, con superpoderes antidemocráticos delegados en el Poder Ejecutivo.

Lavagna planteó una metáfora para graficar y expresar su punto de vista de la situación. Sucede que vivimos en un momento de psicosis. Y ya explicaron los entendidos en psicoanálisis que el psicótico carece que capacidad de abstracción y desconoce la metáfora. Cuando dice "te voy a matar" no lo hace como imagen. Mata. Cuando dice que le falta el aire, recurre a un tubo de oxígeno concreto.

Es apasionante leer el escenario público de este momento con este prisma. El delirio no tiene límites. Amado Boudou reclama honestidad y no se pone colorado. Los dueños de Argentina por 12 años y de la arbitrariedad en el manejo de la obra pública piden ahora que se audite el destino de los pesos estatales. A ellos les cabe el diagnóstico de la negación de la realidad y podrían inaugurar una categoría de los que pasan por la administración pública: el psicótico del poder.

Un sector del kirchnerismo no se enteró de que perdió las elecciones. Y de que la alternancia republicana es más sana con el recambio de signo político. Pero al actual gobierno, la confrontación de Lavagna, lo endulza para su propia psicosis. A Cambiemos le apasiona ver hablar a Boudou o a Cristina destilando rencor porque cree que con este desatino le alcanza para negar sus fallos, torpezas e irregularidades. Que no se equivoque Macri: no se hace gestión con la sola memoria de la herencia.

Superemos los adjetivos. Vayamos a los sustantivos que enumeró el ex ministro de Eduardo Duhalde y Néstos Kirchner: Argentina vive una etapa de alta inflación, caída del consumo y de la producción y por ende de recesión, tasas de interés muy altas y ausencia de inversión. ¿Dijo algo que no fuera cierto? ¿Podemos convertir en metáfora la calificación de militares y "cavallos" y ver el fondo?

Este año cerraremos con una inflación que portará un número cuatro en la primera de las dos cifras del valor. Los indicadores privados coinciden en que la producción, toda, ha caído en sus diferentes ramas. El consumo sigue en baja y la pobreza ha aumentado. Las tasas de interés no caen a menos del 25 o 26 por ciento. ¿Mintió Lavagna?

El propio presidente sabe que no fue así. Si no, no se explica la felpeada que le propinó a sus ministros responsables de la obra pública y a los (des)controladores de la actividad del Estado en materia de precios de productos básicos de la canasta familiar. María Eugenia Vidal fue, otra vez, la encargada de advertirle a Macri que si la obra pública no se hace sentir en la calle ya, el riesgo de la comezón del primer año de gobierno es enorme. "Obra pública es trabajo, consumo y paz navideña", le habría dicho la gobernadora a su jefe político.

Respecto de quienes deben atenuar las consecuencias de los monopolios u oligopolios que manejan las principales góndolas de productos de consumo masivo, las esperanzas son escasas. Cuenta un empresario mediano que le dijo al Secretario de comercio de la Nación Miguel Brown que es inadmisible que un litro de leche se pague cuatro pesos ya producido, once en algunas PYMES que lo comercializan directamente y veinte en los grandes supermercados. El funcionario respondió (porque aunque no se le conozca la voz públicamente, es bueno decir que tiene el don del habla) que "de a poco el mercado se va a ir acomodando".

El Pro parece haber cambiado su marcha en temas prometidos en campaña. En la semana en que se instaló el día de la mentira para recordar lo dicho en el debate presidencial y que, en mucho, no se cumplió (de paso: enojémonos con los incumplimientos y no con el debate que debe realizarse siempre. Aunque algunos, enojados ahora, hayan abandonado en el primero de ellos), se anuncia el envío a sesiones extraordinarias del nuevo proyecto de impuesto a las ganancias. Allí vuelve a aparecer el factor Sergio Massa. El líder del Frente Renovador y cabeza del equipo que integra Lavagna vuelve a tener los números suficientes como para conseguir la aprobación. El gobierno está dispuesto a negociar con él los montos (se habla de sueldos a partir de los 60 mil pesos que tributarían), siempre y cuando el ex intendente de Tigre acompañe la reforma política y otros proyectos oficiales.

Mauricio Macri se encamina hacia su primer año de gobierno. Ha exorcizado claramente el fantasma de la Alianza de Fernando de la Rúa. Sin embargo, la ausencia de respuestas en temas concretos como la situación social lo obliga a resolver ya en pos de los que peor la pasan con la misma presteza que atendió el reclamo de corporaciones económicas, como las mineras y financieras.

La psicosis de algunos opositores no autoriza a pensar el camino de la propia. La herencia merece una respuesta. Es en los tribunales. La administración del país está para mejorar la calidad de vida, promover mayor inclusión y pavimentar el camino de un proyecto de futuro.


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