El segundo semestre 2016, una entelequia


Con un poco de humor, en actitud caricaturesca, vengo colocando en mi facebook una imagen contando los días para llegar al segundo semestre, donde parece, se producirá la explosión de la alegría. Hoy, parece que ya no es así. La vicepresidente y el director de ANSeS entre otros, ya dijeron que hasta el año que viene no pasa nada, o no hay que esperar hasta entonces, beneficio alguno. El segundo semestre es una entelequia para el presidente y su «equipo». Los beneficios del segundo semestre se vieron en el primero, con medidas que favorecieron a los sectores más concentrados de la economía argentina.

Alberto Fernandez, publicó un artículo que suscribo plenamente y que me permito compartirlo en el blog.

Seis meses no es poco tiempo. Es un período lo suficientemente amplio como para evaluar una gestión de gobierno. En medio año de acción, uno puede vislumbrar cierta sintomatología que ayuda a comprender lo que pueda derivarse de una administración.

El Gobierno de Mauricio Macri está cerca de iniciar la segunda mitad del año. Ha de comenzar ese segundo semestre mágico en el que deberían revertirse todos los males heredados. En este tiempo que se aproxima, el déficit fiscal debería reducirse, la inflación tendría que detenerse y una lluvia de inversiones debería regar esta economía estancada en la que estamos.

Todos esos objetivos han sido repetidos por el Presidente, con esa singular retórica que lo aproxima más a un predicador mediático que a un estadista que gobierna. Sin embargo, la realidad demuestra que ninguno de esos propósitos han de cumplirse, porque lo hecho por su gestión en los primeros seis meses sólo ha empeorado las condiciones heredadas.

Reafirmemos algo. Es verdad que la administración anterior dejó una estructura económica absolutamente débil, con cuentas públicas en rojo, reservas languidecidas, una inflación sostenida y un cepo cambiario dispuesto para contener ficticiamente el valor del dólar. Eso es tan cierto como que hasta aquí las medidas adoptadas por el Gobierno de Cambiemos han empeorado sensiblemente toda esa situación.

Macri transcurrió toda su campaña electoral reclamando reducir un déficit fiscal cercano al 7% del PBI. Tenía razón en su demanda. Pero su primera acción consistió en eliminar retenciones al campo, a la industria y a la minería, el sector más privilegiado de nuestra economía. Con esta decisión, privó al Estado nacional de cobrar cuatro mil millones de dólares durante este ejercicio. Así, aquel déficit sólo se profundizó.

El cepo cambiario representaba un obstáculo para la inversión en Argentina. Su levantamiento era necesario. ¿Pero qué consecuencia deparó esa decisión, además de una devaluación del orden del cincuenta por ciento? La aceleración de la inflación. El Gobierno creyó, equivocadamente, que ello no ocurriría, convencido de que toda la economía ya tenía asumido al dólar blue como el valor real de la divisa.

Con el cepo levantado, salieron del sistema financiero más de cuatro mil millones de dólares. Sólo una mínima parte de esa suma representa remesas de utilidades al exterior, porque el cepo aún persiste para las multinacionales que quieren repatriar ganancias a sus casas matrices. El resto son argentinos que otra vez refugian sus ahorros en dólares amarrocados bajo el colchón. Todo es una muestra del verdadero nivel de confianza que la medida generó.

Para comienzos del año la inflación avanzaba. Entonces, el Gobierno no tuvo mejor idea que sincerar las tarifas, al promover aumentos siderales en el gas, la electricidad y el agua. Esto significaba para el Estado un "ahorro" de cuatro mil millones de dólares, es decir, una suma similar a la que el mismo Estado había dejado de cobrar al reducir retenciones.

Esa decisión fue un castigo enorme para los consumidores. ¿Qué se logró con ella? Se viralizó la inflación, se complicó la producción y se retrajo ferozmente el consumo, pues se redujo la disponibilidad de dinero en el bolsillo de la gente. Hay un efecto adicional. Al caer las ventas, cae también la recaudación de los impuestos al consumo (IVA y demás impuestos indirectos), de ese modo, el déficit fiscal se profundiza.

Después de la devaluación, el precio del dólar escaló. Para contener el valor de la divisa, el Banco Central impulsó una política de aumento de las tasas. Sus letras (Lebac) pagan hoy un interés cercano al 35%, lo que determina una suba significativa de las tasas para préstamos bancarios. Pero más allá de ello, la medida es hoy promotora de un formidable mecanismo de especulación financiera que permite obtener una renta mensual del 2% en dólares. Esa es la mejor inversión que puede hacerse en la Argentina del presente.

¿Qué ha quedado como corolario de estos seis meses? Un déficit fiscal mayor, en una economía paralizada que está inmersa en una inflación aún no controlada.

En consecuencia, el segundo semestre venturoso es tan irreal como los reyes magos. El consumo difícilmente crezca y la economía difícilmente avance. La inflación se moderará a cerca del 2% mensual como efecto del estancamiento y nos dejará al cabo del año un índice más cercano al 35% que al 25% proyectado por el Ministerio de Hacienda.

En el Gobierno se han dado cuenta de que esa realidad no invita a invertir en Argentina. Ya no se espera que lluevan dólares de inversores extranjeros y por eso han promovido un blanqueo de capitales. Confían en que los que hasta aquí han eludido al fisco pongan el dinero que ya no traerán las multinacionales.

Mauricio Macri deberá revisar muchas cosas al culminar su sexto mes de mandato. Además de las cuestiones económicas, deberá atender otros asuntos que aparecieron en ese lapso. Deberá tener presente que se le avecina un tiempo de muchas explicaciones respecto de su patrimonio. No sólo no sabemos bien el alcance del affaire de los Panamá Papers, sino que hemos conocido ahora que en un año su patrimonio se incrementó de un modo inexplicable, que guarece en Bahamas casi un millón y medio de dólares y que el principal contratista de obra pública de la ciudad que gobernó hasta ser presidente le ha prestado cerca de cuarenta millones de pesos.

Es que está quedando en evidencia que Mauricio sigue siendo un Macri, con todo lo que eso implica. Que su transparencia y su preocupación por los pobres son tan poco palpables como ese segundo semestre en el que él nos auguraba que íbamos a recuperar la senda del crecimiento.

Gobernar es algo más complejo que predicar como un gurú de la autoayuda. Algo que el Presidente, seis meses después de haber asumido, confío que haya comprendido.

Comentarios