Entre bóvedas y alcancías


por Mauricio Maronna 
 
Las malas noticias económicas hicieron mella en la imagen de Mauricio Macri, ya sin luna de miel pero con un festival de allanamientos y revelaciones en las interminables estancias de Lázaro Báez que les permiten mantener sobre tablas la memoria reciente respecto de los desaguisados del gobierno anterior.

El Ejecutivo apuesta a acertar todos los plenos en el segundo semestre, intentando darle carisma y expectativa de vida a un conjunto de medidas que lo único que hizo es ralear el bolsillo y alterar las expectativas de buena parte de la sociedad que votó por Cambiemos.

En el mismo tiempo de coyuntura en que el gobierno logró el golazo de poder acordar con los holdouts para salir del default, la situación interna presenta su punto de complicación máxima.

Y si alguien cree que es una conclusión apresurada, producto de una mirada subjetiva, el presidente provisional del Senado, Federico Pinedo, se encargó de derribar las suspicacias. “Estamos en el peor momento de este gobierno. Este que estamos terminando (por abril) va a ser el peor mes. Vamos a tener una inflación muy alta porque estamos absorbiendo el aumento de tarifas”, dijo el legislador macrista.

Hace bien el oficialismo en blanquear la situación económica de carestía para los sectores populares, pero debería haber tomado prevenciones para acolchonar los efectos de los tarifazos.

La situación económica definirá la cuestión política de cara a un períodos que será clave para saber si Macri se quedará en el poder 4 u 8 años. Cambiemos deberá ganar los comicios en la provincia de Buenos Aires para seguir blandiendo la espada de la continuidad.

En ese distrito, madre de todas las batallas, el oficialismo deberá alumbrar un candidato a senador que pueda derribar las chances de Sergio Massa, tal vez Daniel Scioli y tal vez Cristina Fernández de Kirchner. Como se ha escrito, allí, aquí y en todas partes, el futuro político de Macri dependerá del precio de las cosas.

Poco a poco, y con movimientos más espasmódicos que lineales, el justicialismo intenta ordenarse para, al menos mostrar sus garras. La lista del PJ para la conducción del partido, con José Luis Gioja y Scioli a la cabeza, no contiene en su interior al kirchnerismo. Habrá que esperar para saber los beneficios concretos de esa decisión.

Pese a la caída en imagen de Cristina, su reaparición obliga al peronismo clásico y a Sergio Massa a endurecer posiciones respecto del gobierno. Es todo un desafío para el PJ convertirse en alternativa cuando la ex presidente apuesta a jugar por afuera con un “frente ciudadano” y el ex intendente de Tigre continúa con el Frente Renovador.

En esa división del aceitunero peronista se encuentra el máximo punto de confort de Macri, siempre y cuando pueda desactivar los reclamos cada vez más intensos de las CGT que, por primera vez, tuvieron ayer su correlato en un acto de protesta conjunto. Sin embargo, la instantánea que dejó la concentración sindical tampoco tiene una linealidad que permita desentrañar los nuevos escenarios.

Los reclamos con los que se convoco a la primera protesta contra el gobierno son correctos. Sólo un recién llegado podría negar las consecuencias negativas de la inflación, los despidos y el mantenimiento del impuesto a las Ganancias en los bolsillos de los trabajadores, aunque algunos sindicalistas —como Hugo Yasky— parecieron ser células dormidas durante una década, que se despertaron abruptamente cuando Macri comenzó a gobernar.

La presencia en la concentración de algunos lastres icónicos del kirchnerismo —como Aníbal Fernández— fue otra foto contradictoria que, al fin, le llevó respiro al gobierno macrista.

El país parece estar en una zona de clivaje, pero que no permite descubrir el destino final. En el mientras tanto, la medición de confianza del consumidor de la Universidad Di Tella bajó 10& puntos respecto a marzo y 18% en comparación con 2015.

A su vez, el muestreo de la consultora Managment & Fit indicó que la imagen positiva del jefe del Estado está en 42%, algo así como 9 puntos desde sus primeros pasos en el Ejecutivo. No queda mucha manteca para tirar al techo.

Además de esperar que en el segundo semestre se produzca el cambio en los índices económicos por una potencial recesión, el gobierno deberá dar señales de la propuesta de cambio prometida en la campaña, al margen de lo positivo de su política exterior, de la salida del default y el levantamiento del cepo.

Los continuos flashbacks que llegan desde las propiedades de Lázaro Báez en Santa Cruz también permiten que la sociedad mantenga vivo el recuerdo inmediato de los desaguisados del kirchnerismo, y haga crecer el manto de sospecha sobre la acumulación patrimonial de los Kirchner.

Otra buena noticia para la Casa Rosada es que el despertar judicial de los magistrados no se detendrá en el inclemente clima santacruceño. La causa Hotesur, ahora en manos del juez Julián Ercolini, golpeará las puertas de Cristina y, en el camino, varios ex ministros que cumplieron funciones en la última década deberán recorrer los pasillos de los Tribunales de Comodoro Py.

En ese escenario de precios altos, ex funcionarios investigados y expectativas en curso se jugará el partido clave. Se sabe que, al fin de todo, la competencia de las demandas de la sociedad entre corrupción y economía termina inclinándose por la segunda opción. “El órgano más sensible del hombre es el bolsillo”, decía Juan Perón, que algo sabía de esas cosas.

Macri parece transitar sus primeros meses en el gobierno con una lógica blindada. Se muestra convencido de que las políticas de ajuste son el único prólogo posible para una futura “revolución de la alegría” y no cede ante las demandas opositores, aunque ello lo conduzca hacia un desabrido veto a la ley que suspende los despidos.

"Estamos mal, pero vamos bien”, es la consigna no declamada del gobierno, aunque no sea la sensación térmica que registra la sociedad.

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