Ahora que se fueron todos

Las tapas de todos los diarios opositores quieren resaltar que no es Macri quien acordó, sino el Gobierno el que lo hizo. Solapadamente triunfo para el rubio. Y no se puede esperar otra cosa.

Se dijo de todo y para todos los gustos. Cuando bajen las aguas, cuando decante, en el fondo queda la resaca y en la limpieza cada uno sabe lo que tiró. Dice Eduardo Anguita:
Y lo del Parque Indoamericano pone sobre la mesa que en los tres años de Macri la ciudad retrocedió en materia de partidas sociales y de ejecución de esas partidas. Especialmente en la zona sur. Tanto en vivienda como en salud y educación. En el primer caso, se menciona mucho que el Instituto para la Vivienda liberó este año menos del 20% de lo votado por la Legislatura. Y debe remarcarse que el aumento de población en las villas no sólo es por la llegada de inmigrantes de países vecinos sino por la cantidad de inquilinatos cerrados, edificios ocupados que fueron violentamente desa-lojados o fin de los hoteles como solución habitacional transitoria. La genialidad del macrismo consiste en dar unos pesos a cambio de evitar mandar la policía o las patotas que funcionan en el Ministerio de Espacio Público (Unidad de Control) o de Desarrollo Económico (la Unidad de Gestión e Intervención Social) y que están pensadas como auxiliares del clientelismo y la expulsión social.

El nuevo elemento que agregaron Macri y Ritondo es el de los falsos vecinos, a través de bandas armadas, cuyos antecedentes se remontan a los grupos de la Liga Patriótica, y sueñan en convertirse en comandos de la Triple A. Pero, para eso, necesitan mucho amparo estatal. El punto es que uno de los desafíos de cara al posible adelantamiento electoral es neutralizar el eficaz discurso antivillero y discriminador del PRO. Para eso, las caras más visibles del kirchnerismo en la ciudad –Daniel Filmus y Carlos Tomada– deberían tomar la iniciativa de salir juntos a convocar por un gran cambio en Buenos Aires.

Una Argentina que crece tiene en la Ciudad de Buenos Aires los mismos problemas con algunos nuevos. Es decir, desde hace 60 años, en las villas vive gente que es “dueña” de su casa sin título de propiedad. Es decir, hay unos 300 mil habitantes que no están inscriptos en el Registro de Propiedad. En las villas, la Dirección de Catastro nunca hizo la demarcación que hace en el resto de los barrios. No se trata de “barrios de emergencia” sino de gente que vive allí. Algunos hace dos y tres generaciones. Con el boom inmobiliario, el PRO quiere ganar simpatías entre los vecinos que ellos creen correctos y echar a los que para ellos son de segunda categoría. Para quien tiene una casita en Soldati, Mataderos, Patricios o Lugano, la idea de que no haya villeros cerca es la ilusión de que su vivienda valdrá más. Pero no es sólo eso: quienes trabajan en las villas saben que hay algunos intereses vinculados a la droga. Concretamente, las redes de distribución de paco, cocaína y otras drogas invierten en construcción en las villas y tienen allí algunas personas que les son útiles. También los tienen en barrios elegantes, desde ya. Y con complicidades en juzgados, fiscalías, partidos políticos y fuerzas de seguridad. Sin embargo, en Buenos Aires se trata de un problema de baja intensidad criminal. Y que no tuvo ninguna incidencia en lo sucedido en Soldati. Lo que no puede negarse es que las problemáticas de seguridad en la ciudad van de la mano de políticas sociales.
Nos vemos,

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