Los cristales del establishment

Hasta la derecha más recalcitrante admite que el año próximo la economía volverá a crecer . Lo hace porque la realidad se le viene encima, no porque lo desee, y de inmediato trata de amortiguar el reconocimiento con una catarata de condicionantes: el gasto público, el Indec, los subsidios, la actividad de la izquierda obrera (Kraft) que conspira contra la inversión, etc. Así y todo, y aún a regañadientes, admite que el avance se situará entre el 2% y el 3% del PBI. A partir de ese momento la cuenta es sencilla: si los recalcitrantes lo admiten, el crecimiento será consistente.

El nuevo caballito de batalla del establishment son los subsidios y, por extensión, el gasto público, aunque por otro lado cuestiona al Gobierno por no disponer de suficientes medidas contracíclicas. ¿En qué quedamos? Acusan al Ministerio de Economía de haber aumentado sólo 10% la recaudación pero de gastar 25% más que en 2008. ¿Y en qué se gasta más? Precisamente, en medidas contracíclicas, dentro de las cuales los subsidios ocupan un lugar importante puesto que son una inyección directa de recursos, en la más ortodoxa lógica keynesiana. El direccionamiento y la eficiencia de esas asignaciones se pueden discutir, como cualquier otra medida económica, pero ello no disimula la estrategia de los analistas del establishment: palo si bogas, palo si no bogas, no sea cosa que las empresas sospechen connivencias con el Gobierno y la consultora de moda empiece a perder contratos.

Aunque en su habitual diálogo "off the record" con periodistas, miembros de la UIA hablan de “una actitud imperial de Kraft” en el conflicto con su personal, cuando se encienden las cámaras dicen que se trata de un caso paradigmático, y que, si se quiere retomar la buena marcha de la inversión, la izquierda sindical no debería ganar ese conflicto. No hay mejor argumento -afirman- que un buen ejemplo. Claro que si se aceptan esas actitudes empresarias que molestan hasta en la UIA, la contrapartida del aumento de la inversión será la devastación del derecho laboral. Y en ese caso los reaccionarios serían felices, como siempre que algún derecho de mayorías es pisoteado.

Cuando en todo el mundo los analistas económicos debaten si se empezó a avanzar de nuevo o si solamente se paró de retroceder, una Argentina que levanta la cabeza desde una economía periférica y en medio de una crisis formidable es, naturalmente, un signo de mal agüero para el establishment, especialista en usufructuar las crisis y sobre todo en hacérselas pagar a los que menos tienen. Y sobre todo no es buena si se mira hacia 2011, un año electoral...

Hubo alguna pérdida de empleo, es cierto; algún achatamiento salarial vía inflación, es cierto; alguna fuga excesiva de capitales, también es cierto. Pero…¿qué esperaban? Ni una sola voz de la derecha restauradora se alzó para señalar que el gobierno maniobraba como podía, y con recursos propios, al volante de un auto viejo y desinflado en medio de un tráfico endemoniado. Y ninguna voz dijo que el Gobierno de Carlos Menem hubiera estallado cinco años de no haberse financiado alevosamente con deuda externa, al punto que logró postergar el estallido hasta fines de 2001, cuando la Casa Rosada ya la ocupaban otros, aunque tan irresponsables como él.

Para algunos el retrato de la realidad no es una exposición ordenada de las cosas que ocurren sino la exposición de lo que presuntamente ocurre de acuerdo con las anteojeras que utiliza un sector de la sociedad. Como escribió una gran poeta castellana, “Nada es verdad o mentira / todo es según el color / del cristal con que se mira”. El cristal con el que el establishment mira la realidad es menos transparente que el fondo de una botella, por decirlo educadamente.

Nos vemos.


Fuente: BAE

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