Nueva matriz de crecimiento

La idea del crecimiento económico ilimitado hasta que las clases dominantes naden en abundancia es la antítesis del proyecto nacional y popular iniciado en el 2003. No nos cabe duda que la idea de enriquecimiento personal tiene un atractivo muy fuerte, muy poderoso para la naturaleza humana. Keynes decía que "la avaricia es un vicio, la exacción de la usura es un crimen y el amor al dinero es detestable"; desde esta perspectiva el progreso económico solo es posible con el empleo del egoísmo.

"La economía moderna se mueve por una locura de insaciable ambición y se deleita en una orgía de envidia. Si estos vicios son cultivados sistemáticamente, el resultado inevitable es el colapso de la inteligencia. Un hombre dirigido por la ambición y la envidia pierde el poder de ver las cosas tal como son en su totalidad y sus mismos éxitos se transforman entonces en fracasos." [1]

La economía argentina a lo largo de la vinculación con el capitalismo moderno ha mostrado que el sector comercial exportador tiene un enorme peso en la configuración de los modelos de acumulación, prevaleciendo precisamente, la ambición y la envida; es que una sociedad manejada por estos vicios puede llegar a tener resultados asombrosos, pero sería (y de hecho lo ha demostrado en la década del '90) incapaz de resolver los más elementales problemas de existencia cotidiana.

El modelo iniciado luego del estallido del 2001 se centró en la devaluación del dolar, favoreciendo las exportaciones y desacelerando las importaciones, un constante ingresos de divisas y una paulatina recuperación de la economía interna. Un proceso de distribución del ingreso o de la renta nacional que es contrario a lo que afirmamos previamente.

La economía aún está atada al modelo agroexportador, condicionada a los vaivenes del mercado externo, escenario propicio para que la oligarquía nativa busque retener a cualquier costo sus niveles de rentabilidad, en una cruzada contra el gobierno nacional y popular.

La nueva configuración política dejó a la actual gestión en la necesidad de dialogar; pero cabe señalar que a la oposición también porque, si no, quedan subsumidos al programa de la Mesa de Enlace, que avasalla con sus demandas sectoriales, presentadas como reivindicaciones del bienestar general. En todo caso se debería impulsar un debate abierto sobre el rumbo económico, que no se concentre en ganancias parciales del sector exportador sino que impulse crecimiento, desarrollo y redistribución de ingreso. No es imposible; es pensar un nuevo modelo. Pero para eso se debería salir de la matriz neoclásica, que nos condena a ser el granero del mundo y en el cual los patrones rurales mandan. Se debe pensar a la Argentina como parte de una región económica, integrada comercial y productivamente, con alto desarrollo industrial y tecnológico, y una fuerte base de consumo interno. Obviamente, este esquema implica una articulación con los países latinoamericanos donde, cabe decirlo, Brasil juega un rol preponderante y la Argentina es un socio estratégico. En ese marco se podría encontrar un “modelo perdido” que no se condene a las dádivas de las retenciones. [2]

Nos vemos.

[1] "Lo pequeño es hermoso", E. F. Schumacher - Biblioteca de Economía
[2] "Modelo de acumulación", Ricardo Romero, politólogo.

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