Fàbula china adaptada

Los bancos centrales de Argentina y China alcanzaron ayer un acuerdo tipo “swap” de facilidades recíprocas para el acceso a productos del otro país sin necesidad de utilizar dólares. El Banco Popular de China pondrá a disposición de Argentina un monto en yuanes (70 mil millones) equivalente a 10 mil millones de dólares, por tres años y sin interés mientras no se utilice, los cuales podrán ser utilizados cuando se requieran. A su vez, Argentina abre una cuenta en favor de China por el equivalente del mismo valor pero en pesos (37 mil millones), que podrán aplicarse a compras en el mercado local, en iguales condiciones que el anterior. Así, se facilita el intercambio sin necesidad de obtener dólares (ni de las reservas internacionales ni debiendo adquirirlos en el mercado) y se asegura liquidez y crédito mutuamente, como una salvaguarda frente a un eventual endurecimiento de las condiciones financieras internacionales a raíz de la crisis.

Sectores de la oposición han expresado su disconformidad con este acuerdo. "Los chinos hacen todo con sentido comercial. Este acuerdo viene a cerrar la expansión de China en los mercados mundiales, fortalece su política de ascenso pacífico. De concretarse el pacto tendrá una repercusión política muy importante, esperemos que no sea un “cuento chino” como el de hace unos años." a dicho Fabian Calle

China se convirtió en los últimos cinco años en uno de los tres principales socios comerciales de la Argentina. Es un gran demandante de materias primas, principalmente soja.

"La culpa la tienen los chinos. La leyenda del cuento chino nace del abuso de citarlos con ignorancia. “Lo inventaron los chinos”, se dice por cualquier cosa aparte de la brújula y la pólvora; y del papel y la tinta china. Hasta dicen que inventaron el fútbol hace más de tres mil años. Deben haberse dado cuenta que es más difícil con la pelota en los pies y que jugar al tenis de mesa.

Pero de pronto esos chinos de fábula, que en todas las películas de Hollywood pronuncian la “erre” como “ele”, reaparecen en la historia entre los consumidores. Parecería que hasta hoy los chinos no hubieran comido nunca. ¿De qué se alimentaban? ¿De aire? ¿Se fueron comiendo el pedazo que falta de la Gran Muralla? Se podría colar la idea de que las cientos de generaciones que se reprodujeron a través de más de cinco mil años nunca, antes de ahora, se sentaban a comer a la mesa. Que la milenaria cocina china de más de setenta y dos mil platos y recetas es una fábula. Que mientras los emperadores y mandarines engordaban los demás chinos se morían. Pero no todos. Porque de haber sido así China sería un país más despoblado que Laponia. Pero tiene casi 1.400. millones de chinos.

Si antes del control de la natalidad, se la hubieran pasado tantos siglos desnutridos y hambrientos y aún así se multuplicaban de esa manera, es que resisteron a través de la cópula. Durante el tiempo que deberían emplear en comer, copulaban. Y no solo mientras dormían sino también cuando soñaban. Cuesta imaginar qué cantidad de cópulas se producen, un fin de semana largo, en un país donde hay setecientos millones de mujeres y setecientos de hombres.

El asunto es que recién ahora , según la nueva leyenda que difunde Occidente, los chinos después de Mao acceden a los beneficios del mundo. Y por culpa de ellos que compran todo en raciones mayoristas, cunde la alarma. Como ahora los chinos comen de todo no hay abastecimiento que alcance. No hay soja que baste la coman ellos o los chanchos. Por suerte no se les ocurre ser antropófagos. La China actual si continuara su sed de consumo occidental, también acabaría cocinando todo el arroz del mundo. Pedir un arroz con leche en villa Riachuelo sería mañana como pedir ahora un plato de langosta. Si los chinos empezaran a tomar mate no habría yerbatal que alcanzase. Los uruguayos, entrerrianos y correntinos sufrirían abstinencia mortal y tendrían que archivar las bombillas o usarlas para hacer pompas de jabón o tomar la sopa. Si los chinos se acostumbraran al bife de chorizo y a la tira de asado las vacas pampeanas apenas si serían el aperitivo. Gracias a los chinos, los suertudos que producen lo que los chinos consumen pueden hacerse muchísimo más ricos que si vendieran sus productos en el país deshabitado donde producen. La tierra provee como una fábrica gratuita. Levantar una fábrica de cemento y maquinarias es otra cosa. También los pocos sultanes y jeques de los países árabes se hicieron ricos succionando petróleo. Pero sus súbditos siguen siendo pobrísimos. Ni siquiera gozan sus derivados porque en vez de andar en auto andan en camello. Cualquier similitud con otras partes del mundo es pura coincidencia.

La culpa la tienen los chinos. Quieren comerse todo.

Quienes los proveen e integran el exclusivo staff del delivery se vuelven ricos. Y los ilusos que esperan las sobras van a quedar como antes estaban los chinos."

Nos vemos.

FUENTE: Con textos de Orlando Barone

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