LA LUCHA POR EL PERONISMO

Nicolás Casullo dice que los partidos políticos y su representación política se encuentran en crisis y también en proceso de metamorfosis, a tal punto que muchos jóvenes entienden como peronismo o que la esencia del peronismo es Menem.

Ahora bien, la crisis de los partidos políticos existe y podrán decirse que los partidos mayoritarios están en un proceso que uno puede pensar que en los próximos 5 u 8 años van a mutar a otra cosa. También hay como una gran canasta de símbolos que pasan de un lado a otro; ¿Qué pensó el viejo elector radical que tuvo que votar a Lavagna?

La pregunta sería ¿Kirchner empezó un proceso de desperonización? Ni una cosa ni otra. Buscó la tranversalidad por un lado y por otro peroniza profundamente la escena. El peronismo es más soportable si se ubica en el centroderecha (a lo Menem) cuando es de centroizquierda revitaliza la visión del peronismo del 73.

Hubo una vez en que el peronismo fue el hecho maldito del país burgués. En esa época, sus políticas populistas y distribucionistas y la entrega de derechos sociales y políticos a las clases trabajadoras, sumados a un discurso anti-sistema, hicieron del peronismo la bestia hereje, el demonio que debía ser exorcizado a toda costa.

Hablamos de un momento histórico en el cual las clases propietarias veían en el peronismo el mecanismo que había permitido que las clases populares se soliviantaran y los miraran de frente, que se resquebrajara el orden social en donde unos mandan y otros obedecen; veían en él, en fin, a un movimiento que quiso alterar el orden natural de las cosas, como diría Claudio Escribano.

Así, durante treinta años la principal preocupación de los grupos propietarios (rurales y empre-sarios por igual) fue desarmar el dispositivo de poder populista, minar o prohibir su base electoral y, sobre todo, desarmar su “columna vertebral” sindical.

Lo fascinante es que en los noventa, y gracias a Carlos Menem, esto cambió. Menem, luego de ganar una elección con toda la retórica y el mensaje populista, tomó el dispositivo de poder pe-ronista (la capacidad de ganar elecciones, la maquinaria, la disciplina legislativa, la verticalidad sindical) y las puso al servicio de la acumulación capitalista.

Es decir, el peronismo neoliberal (llamado por algunos neopopulismo) dejó de ser el hereje para ser el garante del orden, hoy lo que hoy la literatura llama eufemísticamente “la gobernabilidad.”

Hoy por hoy, podemos ver que los noventa fue en un sentido la edad de oro de la acumulación económica: una época en que un partido de masas, movilizante, fuerte, disciplinante, no actuaba en contra sino a favor de los negocios.

Y hoy vemos que hay muchos que sienten nostalgia de esta matriz económico-política.
Los representantes de los negocios hoy no quieren eliminar el peronismo, quieren volver a tenerlo como herramienta.

Lo cual nos deja una pregunta acuciante. Si el gobierno kirchnerista no ha alterado las relacio-nes de fuerzas, ha redistribuido de manera limitada, y ha gobernado en alianza con grupos concentrados, si es, de hecho, no plantea ninguna alternativa a la acumulación capitalista, ¿por qué, entonces, ha sido tan frontal y duramente atacado por esos mismos factores de poder? ¿Qué es lo hereje del kirchnerismo?

Por eso, la crisis política hoy es, en el fondo, una pelea por el control de esa herramienta que es el PJ. No es el intento de superar ni de destruir al PJ, sino el intento de volver a armar la fórmu-la neoliberal que tan bien funcionó.
Por esto, la salida a la crisis no será nunca a través del republicanismo de Carrió o la socialde-mocracia binnerista. Será a través de una nueva reconfiguración pejotista, encabezada por al-guno de los delfines del duhaldismo renacido: De La Sota, Reutemann, Schiaretti. Gente que puede gobernar, que entiende cómo son las cosas, que se presentan como pragmáticos antes que ideológicos. Gente que es activamente impulsada por empresarios, ruralista, y medios.

En definitiva, esta lucha es una lucha por ver quién se queda con el peronismo, ese que, en otro momento, fue el hecho maldito del país burgués.

Hay un punto de inflexión dentro del PJ en estos últimos años que fue cuando Néstor Kirchner como presidente reemplazó a Lavagna por Micelli en el Ministerio Economía. Fue el corte del lazo que lo unía a Duhalde (el garante del establishment dentro del PJ). Esa fue la primera se-ñal.

Lo que se percibe en el modo de hacer política de los Kirchner que realmente van de a poco y es muy distinto a lo que se dio con Menem y Duhalde. Tengamos presente que tenemos enci-ma 30 años de liberalismo en todas sus facetas. La ideología es la misma, lo que ha cambiado son las formas de ejecución de dicha ideología (la doctrina) y esto se nota en la forma de resol-ver los conflictos que se van suscitando.

“¿y por qué cambió Kirchner?” se preguntan muchos con un dejo de molestia. El mismo dio la respuesta en Carta Abierta cuando dijo que si hubiera dicho en el 2003 todo lo que iba a hacer no duraba ni una semana: “información, secreto y sorpresa”.

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